viernes, 27 de julio de 2012

Economía de lo friki: Cuestionar... más allá de las palabras...


Esta vez publico un extracto del libro Superfreakonomicss (sucesor del gran "Freakonomics") que leí hace aproximadamente un año y, que en esta semanas ha vuelto nuevamente a rondar en mis pensamientos (por diversos factores o motivos que no vale la pena explicar). Este libro se enfoca, básicamente, en los incentivos que mueven el actuar de las personas y, por tanto, se basa en hechos y no en palabras. A la vez, desmitifica ciertas creencias populares sobre diversos temas con evidencia estadística y cifras duras, provenientes de diversos estudios, en los cuales se ha basado esta publicación del economista Steven Levitt y el periodista Stephen Dubner.

Extracto del libro: Superfreakonomics,. Escrito por Steven D. Levitt, Stephen J. Dubner. N° de páginas: 320. Editorial Debate. Mayo 2010. (Precio aprox.: $12.000)

"Como sucede con casi todas las malas conductas, probablemente la de conducir borracho se podría erradicar si se instituyera un incentivo lo bastante fuerte: controles de carretera al azar, por ejemplo, en los que se ejecutara al instante a los conductores borrachos." 

Muchas decisiones de la vida son difíciles. ¿qué tipo de carrera debe uno seguir? ¿Es preciso ingresar a tu anciana madre en un asilo? Tú y tu pareja ya tienen dos niños. ¿Deben tener un tercero?

Estas decisiones son difíciles por varias razones. Para empezar, los riesgos son altos. Hay también mucha incertidumbre. Y por encima de todo, las decisiones como estas son poco frecuentes, y eso significa que uno no tiene mucha práctica en tomarlas. Probablemente se te da muy bien ir al supermercado y comprar la mercadería, ya que lo haces a menudo, pero comprar tu primera casa es algo muy diferente.

Algunas decisiones, en cambio, son fáciles, facilísimas.

Imagine que ha ido a una fiesta en casa de un amigo. Vive sólo a un kilómetro y medio de distancia. Se lo ha pasado muy bien, tal vez porque ha bebido cuatro copas de vino. La fiesta ya está terminando. Mientras termina su última copa, saca las llaves de su automóvil. Y, de pronto, llega a la conclusión de que no es buena idea: no está en condiciones de volver a casa conduciendo.

Durante las últimas décadas se nos ha instruido rigurosamente acerca de los peligros de conducir bajo los efectos del alcohol. Un conductor borracho tiene 13 veces más probabilidades de causar un accidente que uno sobrio. Y, sin embargo, mucha gente sigue conduciendo borracha. En Estados Unidos, en más del 30% de los accidentes fatales ha intervenido por lo menos un conductor que había estado bebiendo. A altas horas de la noche, cuando el consumo de alcohol es mayor, el porcentaje sube casi al 60%. En general, alguien conduce borracho 1 de cada 140 kilómetros, es decir, 33.000 millones de kilómetros al año.

¿Por qué tanta gente se pone al volante después de haber bebido?

Puede que sea porque –y esta podría ser la estadística más desemborrachante- a los conductores bebidos casi nunca los pillan. Sólo se da una detención por cada 43.000 kilómetros recorridos conduciendo borracho. Esto significa que podría conducir campo a través, ida y vuelta, y después otras tres idas y otras tres vueltas, bebiendo cerveza todo el tiempo, antes de que le hagan parar. Como sucede con casi todas las malas conductas, probablemente la de conducir borracho se podría erradicar si se instituyera un incentivo lo bastante fuerte: controles de carretera al azar, por ejemplo, en los que se ejecutara al instante a los conductores borrachos. Pero lo más probable es que nuestra sociedad no tenga estómago para eso.

Mientras tanto, volviendo a la fiesta de su amigo, ha tomado la que parece la decisión más fácil de la historia: en lugar de volver a casa conduciendo, va a volver andando. Al fin y al cabo, es sólo un kilómetro y medio. Busca a su amigo, le da las gracias por la fiesta y le cuenta el plan. Él aplaude  su buen juicio de todo corazón.

Pero, ¿debería hacerlo? Todos sabemos que conducir borracho es sumamente peligroso, pero ¿qué me dice de caminar borracho? ¿Es tan fácil esa decisión?

Veamos algunas cifras. Cada año, más de mil peatones borrachos mueren en accidentes de tráfico. Se bajan de las aceras a las calles de las ciudades; se tumban a descansar en carreteras rurales; se lanzan como locos a cruzar autovías muy transitadas. Comparado con el número total de personas que mueren cada año en accidentes de tráfico relacionados con el alcohol –unas 13.000-, el número de  peatones borrachos muertos es relativamente pequeño. Pero cuando decides si vas a andar o conducir, lo que cuenta no es el número total. La pregunta relevante es esta: En relación con los kilómetros recorridos, ¿es más peligroso conducir borracho o caminar borracho?.

El norteamericano promedio camina unos 800 metros diarios fuera de su casa o de su lugar de trabajo. Hay unos 237 millones de norteamericanos mayores de 16 años; contándolos a todos, la gente en edad de conducir camina cada año unos 69.000 millones de kilómetros

Si suponemos que 1 de cada 140 kilómetros de esos kilómetros se anda borracho –la misma proporción de kilómetros que se conducen habiendo bebido-, cada año se andan en estado de embriaguez 490 millones de kilómetros.

Haciendo cuentas, se descubre que, kilómetro a kilómetro, un peatón borracho tiene ocho veces más probabilidades de morir que un conductor borracho.

Hay un matiz importante: No es probable que un peatón borracho hiera o mate a otra persona, aparte de sí mismo. Esto no se puede decir de un conductor borracho. En los accidentes mortales relacionados con el alcohol, el 36% de las víctimas son pasajeros, peatones u otros conductores. Aún así, incluso teniendo en cuenta las muertes de esos inocentes, caminar borracho produce cinco veces más muertes por kilómetro que conducir borracho.


jueves, 5 de julio de 2012

Sueldo mínimo: Amnesia y Extremismo político e ideológico


 "La propuesta que ha hecho el Gobierno (de 2,5% de reajuste al salario mínimo) desde ese punto de vista, busca cuidar ese aspecto, pero hacerlo al mismo tiempo que se preserva el poder adquisitivo de los trabajadores, incluso brevemente, pero se incrementa" (Carolina Tohá, vocera de gobierno de Michelle Bachelet, defendiendo el incremento del 2,5% propuesto el año 2009 al Congreso)

En época de la discusión del reajuste al salario mínimo, el cual aproximadamente el 11% de la fuerza laboral total del país percibe (730.000 personas aprox.)[1] Y, en medio de la discusión, que a esta altura, se hace permanente en la esfera social, empresarial y política, se hace necesario aclarar algunos puntos que tanto para empresarios como para el mundo político son  fundamentales a la hora de evaluar, proponer y/o criticar el ajuste propuesto.

El gobierno encabezado por Sebastián Piñera, por medio de su Ministro de Hacienda Felipe Larraín ha propuesto un ajuste que eleva en un 6% el sueldo mínimo, es decir, de los $182.000 actuales a los $193.000. Lo que, en términos prácticos, son $11.000 adicionales al mes (o $367 pesos de aumento por día de trabajo). Las razones para tal reajuste se apoyan en una inflación y aumento de la productividad acorde a dicho porcentaje (incluso el número exacto es menor, por lo que se reajustaría en un monto inferior, si se usara estrictamente este criterio) además de un incierto escenario externo, en el cual reina la volatilidad en los mercados, persiste la sombra de la crisis de deuda en Europa y el fantasma de desaceleración en países asiáticos, que empujan la economía mundial, por ejemplo, China. También existen otros fantasmas de deuda, empleo y crecimiento en EE.UU. que no permitirían potencialmente elevar más este salario por tener una consecuencia negativa en el empleo.

Las organizaciones sindicales que agrupan a los trabajadores abogan, con justa razón, que es un ajuste “miserable”, atendiendo las circunstancias financieras que vive el país actualmente (llámese un alto precio del cobre, crecimiento económico y auge del empleo) dejando de lado, claramente, el escenario internacional.

La Concertación, a su vez, se acopla a esta demanda social de ajuste al salario mínimo, adhiriéndose a la propuesta de los trabajadores que piden un reajuste del 34,5%, es decir, pasar de los actuales $182.000 a $250.000.

En este punto es cuando los recuerdos vienen a mi memoria y, visualizo cierto olvido de la Concertación respecto a los reajustes que proponía cuando estaban en el gobierno, mostrando, sobre todo en sus últimos dos gobiernos reajustes “pobres” en comparación a los que se exigen hoy en día. Para muestra, un botón: a continuación, en el Cuadro 1 se observan los ajustes nominales y reales del salario mínimo entre los años 1990 y 2011. El Cuadro 2 muestra, en términos de crecimiento anualizado, el aumento del salario mínimo en términos nominales y reales para cada periodo de gobierno en los mismos años anteriores.


Cuadro 1:
Monto salario mínimo anual. Inflación anual (variación medida en julio de cada año). 
Crecimiento real del salario
     Fuente: Elaboración propia con datos de la Biblioteca Nacional del Congreso

Tal como se puede observar en el cuadro 1, si bien existen reajustes nominales altos en la década del 90’ (44,4% y 26,9% en los años 1990 y 1991, respectivamente), también se tenía un escenario inflacionario incómodo, con tasas de crecimiento en los precios que iban desde el 24% (año 90’ y 91’) y luego sobre el 7% hasta el año 1997.

En cifras reales se puede visualizar que el mayor aumento se produjo en el año 1999 con un reajuste del 9,0% en el último año de gobierno de Eduardo Frei (periodo eleccionario) con una inflación del 3,4% y en plena crisis asiática. 7,5% en el año 98’ y 6,7% en el año 2000. (años de crisis económica, fundamentalmente).

A partir del año 2000 en adelante, el reajuste real del salario mínimo no superó el 3,5% (año 2009, último año de gobierno de Michelle Bachelet) y 3,2% en el año 2005 (último año de gobierno de Lagos) ¿alguna causalidad evidente?

Si desagregamos estas cifras por gobierno, se tiene lo siguiente:

Cuadro 2:
Reajustes del salario mínimo por gobierno.

                 Fuente: Elaboración propia

 

Aquí es bueno detenerse y verificar que si bien, se tienen incrementos del salario nominal evidentemente sobre el 6% promedio por gobierno de la Concertación, también tenemos que el incremento real de este salario alcanza casi el 8% en el gobierno de Patricio Aylwin; 4,9% en el gobierno de Eduardo Frei; 3,0% en el gobierno de Lagos y 2,3% en el gobierno de Michelle Bachelet. Así, una vez más, los números “en frío” engañan.

El aumento del salario mínimo en los últimos dos gobiernos de la Concertación, no superó el 3,0% real anualizado. Actualmente piden un incremento del 34,5% nominal (o 31,2% real) ¿Cómo se podría denominar esa actitud? ¿Populismo? ¿Aprovechamiento?

Así, se entrampa la discusión en montos que van en un rango “excesivamente conservador” (oficialismo) hasta un reajuste francamente populista de $250.000 (Concertación y trabajadores) Tanto el gobierno dando muestras de una inflexibilidad patente, argumentando que el desempleo prácticamente se podría disparar si se aumenta hacia los $200.000 esta cifra, como la Concertación pidiendo un aumento sencillamente exorbitante (alza de 34,5%), dan muestras de su creciente celo y revanchismo político donde los más afectados, nuevamente, son los que menos ingresos perciben mensualmente.

 
Conveniencia de posturas.

"En un año como este tenemos que ser especialmente cuidadosos en lo que se refiere al empleo, cuidar el trabajo, tomar las medidas de tal manera que sean lo más pro empleo posible"

"La propuesta que ha hecho el Gobierno (de 2,5% de reajuste) desde ese punto de vista busca cuidar ese aspecto, pero hacerlo al mismo tiempo que se preserva el poder adquisitivo de los trabajadores, incluso brevemente, pero se incrementa"

Estas palabras NO son de la autoría del actual Ministro de Hacienda Felipe Larraín.

Estas palabras pertenecen a la vocera del gobierno de Michelle Bachelet, Carolina Tohá en el año 2009, ante la discusión del reajuste del salario mínimo de la época. En esa ocasión se decía lo siguiente en el diario de Cooperativa:[2]
  • “Reajuste al salario mínimo ingresó con trámite de discusión inmediata al Congreso”
  • “El Gobierno defendió la propuesta de 2,5 por ciento de alza, considerándolo una protección al trabajo.”
  • "Tomar las medidas de tal manera que sean lo más pro empleo posible", pidió la vocera de Gobierno Carolina Tohá.
Sobran las palabras…


Si bien el actual reajuste del 6,0%, hasta los $193.000 puede considerarse como “miserable” (recordemos, $367 diarios de aumento, alcanza para un “Súper 8 maní” diario) también no se puede llegar al extremo de atemorizar a las personas argumentando que se perderá un gran número de empleos (sobre todo de personas con menores cualificaciones que perciben este nivel salarial) y que es por esa razón por la que no se puede o quiere aumentar más allá de ese porcentaje. Como tampoco se debe llegar al extremo de exigir un aumento hasta los $250.000, ya que es prácticamente impracticable, populista y muestra una de las peores caras de de la Concertación.

Parte de la solución a todos estos debates es crear una institucionalidad que fije los criterios con los que se determinará el salario mínimo, creando bases concretas de cálculo y dejando, en parte, de lado las negociaciones subjetivas que no hacen más que enlodar el panorama político y social. La reunión de un panel de expertos en conjunto con diversos actores empresariales y de los trabajadores con la finalidad de determinar las variables relevantes a la hora de definir este piso de salario, es fundamental y necesario para una sana discusión lejos de las ideologías y populismos.


[1] La encuesta Casen del año 2009 indica que el 75% de estos trabajadores ejerce como obrero en industrias del sector privado o se desempeñan en servicios domésticos.
[2] “Reajuste al salario mínimo ingresó con trámite de discusión inmediata al Congreso” Enlace: http://www.cooperativa.cl/reajuste-al-salario-minimo-ingreso-con-tramite-de-discusion-inmediata-al-congreso/prontus_nots/2009-06-16/133321.html. 16/06/2009