Esta vez publico un extracto del libro Superfreakonomicss (sucesor del gran "Freakonomics") que leí hace aproximadamente un año y, que en esta semanas ha vuelto nuevamente a rondar en mis pensamientos (por diversos factores o motivos que no vale la pena explicar). Este libro se enfoca, básicamente, en los incentivos que mueven el actuar de las personas y, por tanto, se basa en hechos y no en palabras. A la vez, desmitifica ciertas creencias populares sobre diversos temas con evidencia estadística y cifras duras, provenientes de diversos estudios, en los cuales se ha basado esta publicación del economista Steven Levitt y el periodista Stephen Dubner.
Extracto del libro:
Superfreakonomics,. Escrito por Steven D. Levitt, Stephen J.
Dubner. N° de páginas: 320. Editorial Debate. Mayo 2010. (Precio aprox.: $12.000)
"Como sucede con casi todas las
malas conductas, probablemente la de conducir borracho se podría erradicar si
se instituyera un incentivo lo bastante fuerte: controles de carretera al azar,
por ejemplo, en los que se ejecutara al instante a los conductores borrachos."
Muchas decisiones de la vida
son difíciles. ¿qué tipo de carrera debe uno seguir? ¿Es preciso ingresar a tu
anciana madre en un asilo? Tú y tu pareja ya tienen dos niños. ¿Deben tener un tercero?
Estas decisiones son difíciles
por varias razones. Para empezar, los riesgos son altos. Hay también mucha
incertidumbre. Y por encima de todo, las decisiones como estas son poco
frecuentes, y eso significa que uno no tiene mucha práctica en tomarlas.
Probablemente se te da muy bien ir al supermercado y comprar la mercadería, ya
que lo haces a menudo, pero comprar tu primera casa es algo muy diferente.
Algunas decisiones, en cambio,
son fáciles, facilísimas.
Imagine que ha ido a una
fiesta en casa de un amigo. Vive sólo a un kilómetro y medio de distancia. Se
lo ha pasado muy bien, tal vez porque ha bebido cuatro copas de vino. La fiesta
ya está terminando. Mientras termina su última copa, saca las llaves de su
automóvil. Y, de pronto, llega a la conclusión de que no es buena idea: no está
en condiciones de volver a casa conduciendo.
Durante las últimas décadas se
nos ha instruido rigurosamente acerca de los peligros de conducir bajo los
efectos del alcohol. Un conductor borracho tiene 13 veces más probabilidades de
causar un accidente que uno sobrio. Y, sin embargo, mucha gente sigue
conduciendo borracha. En Estados Unidos, en más del 30% de los accidentes fatales
ha intervenido por lo menos un conductor que había estado bebiendo. A altas
horas de la noche, cuando el consumo de alcohol es mayor, el porcentaje sube
casi al 60%. En general, alguien conduce borracho 1 de cada 140 kilómetros, es
decir, 33.000 millones de kilómetros al año.
¿Por qué tanta gente se pone
al volante después de haber bebido?
Puede que sea porque –y esta
podría ser la estadística más desemborrachante- a los conductores bebidos casi
nunca los pillan. Sólo se da una detención por cada 43.000 kilómetros
recorridos conduciendo borracho. Esto significa que podría conducir campo a
través, ida y vuelta, y después otras tres idas y otras tres vueltas, bebiendo
cerveza todo el tiempo, antes de que le hagan parar. Como sucede con casi todas
las malas conductas, probablemente la de conducir borracho se podría erradicar
si se instituyera un incentivo lo bastante fuerte: controles de carretera al
azar, por ejemplo, en los que se ejecutara al instante a los conductores
borrachos. Pero lo más probable es que nuestra sociedad no tenga estómago para
eso.
Mientras tanto, volviendo a la
fiesta de su amigo, ha tomado la que parece la decisión más fácil de la
historia: en lugar de volver a casa conduciendo, va a volver andando. Al fin y
al cabo, es sólo un kilómetro y medio. Busca a su amigo, le da las gracias por
la fiesta y le cuenta el plan. Él aplaude
su buen juicio de todo corazón.
Pero, ¿debería hacerlo? Todos sabemos
que conducir borracho es sumamente peligroso, pero ¿qué me dice de caminar
borracho? ¿Es tan fácil esa decisión?
Veamos algunas cifras. Cada año,
más de mil peatones borrachos mueren en accidentes de tráfico. Se bajan de las
aceras a las calles de las ciudades; se tumban a descansar en carreteras
rurales; se lanzan como locos a cruzar autovías muy transitadas. Comparado con
el número total de personas que mueren cada año en accidentes de tráfico
relacionados con el alcohol –unas 13.000-, el número de peatones borrachos muertos es relativamente
pequeño. Pero cuando decides si vas a andar o conducir, lo que cuenta no es el
número total. La pregunta relevante es esta: En relación con los kilómetros
recorridos, ¿es más peligroso conducir borracho o caminar borracho?.
El norteamericano promedio
camina unos 800 metros diarios fuera de su casa o de su lugar de trabajo. Hay
unos 237 millones de norteamericanos mayores de 16 años; contándolos a todos,
la gente en edad de conducir camina cada año unos 69.000 millones de kilómetros
Si suponemos que 1 de cada 140
kilómetros de esos kilómetros se anda borracho –la misma proporción de kilómetros
que se conducen habiendo bebido-, cada año se andan en estado de embriaguez 490
millones de kilómetros.
Haciendo cuentas, se descubre que, kilómetro a kilómetro, un peatón
borracho tiene ocho veces más probabilidades de morir que un conductor borracho.
Hay un matiz importante: No es
probable que un peatón borracho hiera o mate a otra persona, aparte de sí mismo.
Esto no se puede decir de un conductor borracho. En los accidentes mortales
relacionados con el alcohol, el 36% de las víctimas son pasajeros, peatones u
otros conductores. Aún así, incluso teniendo en cuenta las muertes de esos
inocentes, caminar borracho produce cinco veces más muertes por kilómetro que
conducir borracho.

