viernes, 25 de febrero de 2011

En busca del "No-Yo"


Hoy me alejaré de los análisis económicos, morales u otras cosas que escribo. Me he alejado de escribir, porque tengo que encontrar algo que me incite a ello, una inspiración, y creo que hoy lo he vislumbrado nuevamente.
Hoy solamente haré un "copy-paste" (literalmente) de una obra que estoy en proceso de lectura denominada "Siddhartha", escrita por Herman Hesse. Una obra bastante corta, pero con un poder o influencia bastante grandes si se la toma en serio para iluminar el camino de la vida. Es una novela que relata la vida de Siddhartha para convertirse en un Buda. Si bien existen variados libros de iniciación al budismo y, otros que indican temas más específicos de esta búsqueda y, los cuales también influenciaron de gran manera mi ser en el último tiempo, esta novela fue un poco más allá, en el sentido de que encontré algo que había pasado por alto en todos los otros libros de esta índole que han pasado por mis manos. Y es cosa curiosa que lo encontrara en un libro tan simple, en el cual mis expectativas no eran mayores que a la de cualquier otra novela y, que a la vez, analizando cada palabra se encuentre algo tan relevante.
Hace tiempo ya, que dentro de mis pensamientos habita la búsqueda de esa verdad, ese "No-Yo", volverse inmune al sufrimiento, mediante la supresión de todo deseo, sueño y acto. Solamente mediante ese camino (el cuál es lógico) se puede alcanzar el "Nirvana" o estado Supremo, el "No-Yo". Dejar la individualidad y empezar a ser parte del todo, volverse indiferente al sentir emocional y físico de uno mismo. En términos relativos, es morir interiormente, mas no físicamente (ya que aún se posee un cuerpo, aunque controlado en sus sentidos y necesidades), ya que al suprimir todo deseo, sueño o actuar, se deja de tener una esencia individual para unificarse con el todo.
En varias ocasiones he estado por entrar y conocer templos budistas, por ejemplo, pero me encontraba y me encuentro con un obstáculo mental, el cual es bastante simple: Esta búsqueda es individual. Cada uno llegaría a encontrar este estado, solamente recorriendo un camino trazado por uno mismo en esa búsqueda. Mas no encontrando una doctrina, uniéndose a ella y aprendiendo y siguiendo sus enseñanzas, cual cordero que sigue a su pastor. El "No-Yo" no se encuentra de esa manera. Quizás esa forma sea parte del camino, pero no es EL camino. Existen experiencias, vivencias, entrenamiento mental, creencias y supresión del deseo que se encuentran a lo largo de la vida, creyendo genuinamente en el objetivo a alcanzar. No es un aprendizaje constante, el aprendizaje no lleva al "Nirvana", la búsqueda constante de la muerte interior es lo que lleva a esto.
Bueno, dejo un extracto del libro citado anteriormente, para graficar parte de lo que he escrito antes:
"Ayunó durante quince días. Ayunó durante veintiocho días. La carne desapareció de sus muslos y mejillas. Ardientes sueños oscilaban en sus ojos dilatados; en sus dedos huesudos crecían largas uñas, y del mentón le nacía una barba reseca y despeinada. La mirada se le tornaba fría cuando una mujer cruzaba por su camino; la boca expresaba desprecio, cuando atravesaba la ciudad con personas vestidas elegantemente. Vio negociar a los comerciantes, y cazar a los príncipes; presenció el llanto de los familiares de un difunto; advirtió cómo las prostitutas se ofrecían, cómo los médicos se preocupaban de los enfermos, cómo los sacerdotes determinaban el día de la siembra, se percató de que los amantes se querían, de que las madres daban el pecho a sus hijos. Y todo ello no era digno de la mirada de sus ojos, todo mentía, todo apestaba; olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción.
Siddharta tenía un fin, una meta única: deseaba quedarse vacío, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin alegría ni penas. Deseaba morirse para alejarse de sí mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el corazón vacío, para permanecer abierto al milagro a través de los pensamientos despersonalizados: ése era su objetivo. Cuando todo el yo se encontrase vencido y muerto, cuando se callasen todos los vicios y todos los impulsos en su corazón, entonces tendría que despertar lo último, lo más íntimo del ser, lo que ya no es el yo, sino el gran secreto.
Siddharta permanecía en silencio bajo el calor vertical del sol ardiente de dolor, de sed; y se quedaba así hasta que ya no sentía dolor ni sed. Se hallaba en silencio durante la estación lluviosa el agua corría desde su cabello hasta sus hombros que sentían el frío hasta sus caderas y hasta sus piernas heladas, y el penitente continuaba así hasta que los hombros y las piernas ya no sentían frío, hasta que se acallaban Se mantenía sentado en silencio sobre el bardal, hasta que le goteaba sangre de la piel caliente, y después de las úlceras. Y Siddharta continuaba erguido, inmóvil, hasta que ya no le goteaba la sangre, hasta que nada le punzaba hasta que nada le quemaba.
Siddharta estaba sentado con rigidez y trataba de ahorrar aliento de vivir con poco aire, de detener la respiración. Aprendía a tranquilizar el latido de su corazón con el aliento, aprendía a disminuir los latidos de su corazón hasta que eran mínimos, casi nulos. Instruido por el más anciano samana, Siddharta se entrenaba en la despersonalización, en el arte de ensimismarse según las nuevas reglas de los samanas. Una garza voló sobre el bosque de bambú y Siddharta absorbió a la garza en su alma; voló con ella sobre el bosque y las montañas; era garza, comía peces, sufría el hambre de la garza, hablaba el idioma de la garza, sentía la muerte de la garza. Un chacal muerto se hallaba en la orilla arenosa, y Siddharta entraba en el cadáver: era chacal muerto, yacía en la playa, se hinchaba, apestaba, se descomponía; sintióse descuartizado por las hienas, decapitado por los cuervos; se tomó esqueleto, y polvo, y el vendaval se lo llevó.
El alma de Siddharta regresó; había muerto, se había convertido en polvo..., había probado la triste borrachera del ciclo. Ahora aguardaba con una sed nueva, como un cazador, el hueco donde podría escapar del ciclo, donde empezaría el fin de las causas y de la eternidad, del dolor. Mataba sus sentidos, destrozaba su memoria, salía de su yo y entraba en mil configuraciones extrañas: era animal, carroña, piedra, madera, agua. Y cada vez se encontraba así mismo al despertar; brillaba el sol o la luna, de nuevo era él, se movía en el ciclo, sentía sed, vencía la sed, y volvía a tener sed.
Siddharta estudió mucho con los samanas. Aprendió a andar por diversos caminos para alejarse del yo. Anduvo por el camino de la despersonalización a través del dolor, a través del sufrimiento voluntario y del vencimiento del dolor, del hambre, de la sed, del cansancio. Caminó por la despersonalización a través del pensamiento, de vaciar la mente de toda imaginación. Se enteró de estos y otros métodos, mil veces abandonó su yo; durante horas y días permanecía en el no-yo. Pero aunque los caminos se alejaban del yo, su final conducía siempre de nuevo hacia el yo. Aunque Siddharta huyó mil veces del yo, permanecía en el vacío, en el animal, en la piedra, no podía evitar el regreso, como era imposible escapar de la hora en que vuelve uno a encontrarse bajo el brillo del sol o de la luz de la luna, en la sombra o en la lluvia. Y de nuevo era el yo y Siddharta, y sentía otra vez la tortura del ciclo impuesto."
(SIDDHARTHA, Herman Hesse. 1922)

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